miércoles, 19 de mayo de 2010

¿QUÉ VÍNCULOS GENERAMOS?

Escrito por María Teresa Loredo Pecho




Recuerdo claramente aquellos días en la universidad, días en los que nos enseñaban todas las teorías que existen (y seguirán existiendo) sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje. Aquellos conocimientos sobre cómo enseñar y acompañar a los alumnos, así como la importancia de los aspectos emocionales, la necesidad de educar los afectos y la relación humana en la escuela y en aula.
Escuché la palabra “vínculo” muchas veces y lo primero que se me venía a la mente era mi familia. Aquella primera comunidad que todos hemos tenido, seguramente de distintas formas o de distintos estilos que indudablemente dejan un sello en nuestra manera de ser y ver la vida.
Seguí pensando y comprendí nuevamente que también existen otros vínculos que vamos formando a lo largo de nuestra historia personal, tal vez sin darnos cuenta ya que el vínculo no sólo lo tienes con las personas con quienes son de tu misma sangre, generas vínculos con alguna amiga cercana, compañeros de clase, en tu barrio, con tus vecinos o con los maestros o maestras de la escuela.
Hoy recuerdo a muchos de mis profesores, y no precisamente por los conocimientos que me impartían, sino por su calidad de personas, por esa capacidad de acercamiento y escucha que les fluía de manera tal natural y positiva, hasta en los momentos de necesaria corrección, tanto a mí como a mis compañeros de clase. Recuerdo a cada uno de ellos con especial cariño.
¡Qué importante es en nuestra historia personal la experiencia de acogida, respeto, valoración, cercanía, cariño y corrección oportuna que hemos recibido y nos ayudó a crecer como personas!
El vínculo está influenciado por nuestros valores y principios, por nuestros intereses, que se traducen en gestos y actitudes en el día a día. Y qué mejor que cuando te encuentras con un grupo de alumnos con características distintas, que te retan imaginariamente a esforzarte más y saber llegar a cada uno de ellos.
Hay un espacio diario que hace posible el desarrollo de las personas. Un lugar donde sin darte cuenta, se da un gran intercambio de acciones pedagógicas y afectivas con los alumnos, las que resultan continuas, ineludibles e irrepetibles. Ellas van generando y construyendo relaciones cotidianas que contribuyen en la formación de los niños y hacen único el vínculo que generas con ellos.
Sin embargo, sabemos que nuestro trabajo en el aula no se circunscribe a una actividad ya dada y determinada por las cuatro paredes que nos rodean; nuestra acción trasciende la escuela, ya que acompañamos la formación de personas que habrán de actuar como tales en la vida y en los grupos sociales a los que pertenezcan.
Los maestros no podemos sentirnos ajenos a las situaciones que se van presentando en nuestro país y el mundo. De ahí que el primer proyecto de nuestra escuela este año se tituló “¿Qué le pasa a nuestro mundo?” porque hemos visto los acontecimientos que se vienen presentando en nuestro planeta desde hace ya algunos años. Es una preocupación que compartimos con los alumnos y esta es también una manera de crear vínculos. Cultivamos en ellos la conciencia de ser parte de una comunidad mayor, que no estamos solos, somos parte de un distrito, de una ciudad, de un país, de un mundo, de la humanidad que nos preocupa y amamos. Nos parece importante que vayan aprendiendo una cultura de paz a la que todo ser humano tiene derecho y que es una tarea en la que cada uno aportamos.
¿Qué podemos aportar desde la escuela y en cada familia para conseguir que las relaciones sean enriquecedoras para los niños, para los padres y los profesores, para la comunidad? Creemos en la necesidad de cultivar y desarrollar competencias socioemocionales como la asertividad, la empatía y la comunicación. Un aspecto fundamental es el desarrollo de una comunicación horizontal en donde las personas se reconozcan como diferentes, pero iguales en dignidad y derechos, con mutua legitimidad y en el respeto de las identidades de cada uno.
De ahí, que considerar el aula y la escuela como un espacio de relación y de desarrollo personal nos remite al hecho de que todo agente educativo enseña aspectos importantes, para la vida, con lo que es, con su persona y con su modo de relacionarse. Nuestra influencia –querámoslo o no- va más allá de la trasmisión de conocimientos, muchas veces les dejamos actitudes y valores más valiosos y más duraderos.
Sea nuestro compromiso considerar como fin último de la educación la formación de hombres nuevos, ciudadanos pacíficos, que con la visión de un mundo transformado por su acción, reconozcan la democracia y la paz como valores supremos de una sociedad
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